jueves, 20 de febrero de 2014

Balada de luz y sombra





Igual que en un verso de Dante,
la esperanza parece perdida.
Sin embargo, en esta hora
de falsas maniobras
y tensiones entre el corazón 
y el pensamiento,
vengo a decirte que te amo.

¿Cuántas veces te lo he dicho
en estos últimos años de indecisiones
sentimentales y vaguedades en el discurso?

No importa amor, de verdad
no importa, si no recuerdas 
las veces que te lo he dicho,
si olvidaste mis gestos para
elevarte al cielo y seas
la única estrella de mi bandera,
como tampoco importa 
si mis palabras no han
dejado huellas en tu historia.

Te amo a pesar de todo
porque sé que en lo más 
profundo de ti hay amaneceres 
de plenitud por vivir y noches de abril
con tu luz y grito de libertad.

No pudieron contigo 
los falsos profetas del amor,
ni esos forajidos del placer, 
invasores de tu cuerpo.

Me desespera verte allí,
en tu trópico absoluto, con el miedo
comiéndote los huesos y el alma
como un cancerbero.

Amada, no desvíes tu mirada…
Mira de frente, estoy aquí contigo,
quizás en tu hora más difícil,
atento a tus gestos, a tu voz,
tratando de entender 
esas variables existenciales que justifican
esa indiferencia tuya
por el presente y el incierto porvenir.

Te amo, te amo, patria mía…
Sí, a ti, Pequeña Venecia, cintura abrazada 
por el Orinoco, sé como eres porque
he vivido tu violencia, el furor
de tu ira, tu pena y hondo decaimiento…
Pero ya es tiempo de encontrarnos
para ir a la calle
donde una primavera caribe nos espera.

                              20 de febrero 2014