miércoles, 7 de diciembre de 2011

Lu, la ciudad Prohibida


Bordeando la cumbre del ser y no ser llegué a Lu,

La Ciudad Prohibida. De luna y lumbre sus

Columnas eran. Hacia ella me guió tu voz

Iluminada. Fue una mañana de tiempo detenido

En la hermética puerta había ángeles 

Envejecidos con espadas y alas alteradas,

En sus trajes celestiales y en sus aceros
Estaban los lemas del bien y el mal.

Las puertas de Lu, la Ciudad Prohibida,
Se abrieron por el principio activo de la vida,
La urbe se dejó ver íntima y perfecta en su
Terrible esplendor de arquetipo primordial.

Entramos a Lu, la Ciudad Prohibida,
Tomados de las manos y admirado
Contemplé que el sol y las estrellas
Eran movidos por fuerza del amor.

Allá, donde los límites de Lu, la Ciudad
Prohibida, se funden con una aurora
Rosa hay un jardín con muñecas que
Sueñan con el sortilegio y la fantasía.

En el templo de Lu, la Ciudad Prohibida,
Vimos a una joven vestida de blanco
Que nos hizo recordar un puerto y su mar.
Ella parecía un querubín caído del cielo.

Luego señalaste una casa de cerradas
Ventanas y escaleras sombrías donde
La joven veía el mar y vivió días turbulentos 
Y noches maceradas en ardores delirantes.
  
Un día dejó esa morada, llevaba un requiebro
En su corazón y una saudade en el alma.
Sin piedad las diosas del querer la guiaron
Por sendas de lobos rabiosos y hambrientos.

Pasamos por calles de piedras transitadas
Por aventureros, falsarios y malabaristas.
Vimos los sitios en donde fue acosada por
Sátiros, jugadores y un furioso demonio la

Llevó a sus dominios. Fuimos a la fuente de
Lu, la Ciudad Prohibida, en su agua quieta
Había una rosa y con tu voz de iluminada
Contaste la breve historia de su amor fugaz.

Ella –dijiste- vino a esta fuente para conocer
Los misterios del yo en ti y del tú en mí.
Su inocencia y sus ansias secretas de amar
Fueron percibidas por un varón de mirada de oro.

Como de un bosque sagrado emergió
El anhelado caballero. Quizás ignoraba 
Los famosos tercetos de Dante, los cantos
Dolorosos de Leopardi o las aventuras

Amorosas de Casanova, pero no pudo pasar
Por alto la mirada de sus ojos árabes
Que prometía noches saturnales. Esta conjura
De Eros y Psiquis le hizo vivir este romance

De placeres exquisitos. Ella invocó las fuerzas
Del universo para saber lo hechos que los hados
Le deparaban. El Único y su corte celestial
Escucharon sus plegarias. Por eso el rumor

De la fuente parece que siempre está diciendo
Adiós y cuando contemplas esa rosa
Ella parece despedir una ligera fragancia 
De ilusiones marchitas, de íntima nostalgia.

Como un nuevo Narciso quise ver mi amor  
En el agua de la fuente pero tú expresaste
Que nadie se mira en la misma agua dos veces
Y que el caballero era su vida y su tiempo.

Siempre de tu mano seguí tus pasos por
Lu, la Ciudad Prohibida. Llegamos a los
Predios de un palacio cuyas puertas y
Ventanas eran de oro, entonces te oí decir

Que allí se guardaban las bellas vivencias
de la novia. Al lado del palacio
Había un árbol con una serpiente anillada
En su tronco, sin hojas y sin frutos; en sus

Ramas habían pájaros negros. Señalaste
Que eran aves portadoras de sufrimientos,
Llantos, ansiedades, miedos, angustias, 
Dudas y recelos. Gélido viento del amor.

Luego fuimos a una torre blanca y azul.
Dijiste que estábamos ahora en un sitio
En donde la antigua novia había fundado
Su nuevo hogar. Había un vergel y una

Montaña en las cercanías. Sentimientos de
Lo uno y de lo múltiple. Los dioses la hicieron
Soñar con la dicha siempre esquiva y la paz
Eternamente frágil. Pero los dioses de la
 
Cotidianidad son voraces y requieren
Grandes sacrificios. Otra ofrenda en aras
Del amor. Las oscuras lentitudes hicieron

Que la torre se derrumbara, las lágrimas
Y la soledad mordieron cruelmente
Sus quimeras y su armonía. Triste querubín
Herido. Los falsarios habían vencido.

Costas de arenas mustias hay en Lu, la Ciudad
Prohibida, con olor a naufragios y recuerdos
De besos compartidos en cama y mesa. Un 
Rumor de olas trae el susurro de una tumba.  

Como la Sacerdotisa
Del Tarot ella escribió un bello epitafio
Sobre ondas dolientes, su  ofrenda en el mar 
Fue una lluvia de pétalos y perlas líquidas.

Te dije que deseaba abandonar a Lu, la Ciudad
Prohibida, declinar a seguir explorando
Sus calles, fuentes, palacios, playas y paisajes.
Siempre de tu mano salimos de Lu, la Ciudad

Prohibida. Entonces, tú que todo lo intuyes,
Que ves en los abismos del alma, preguntaste
Por qué estaba triste. Simplemente te respondí
Que había renunciado a Lu, la Ciudad Prohibida.









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