domingo, 17 de agosto de 2014

Elegía del beso y el abrazo













Dejaste de ver ese manto
De lentejuelas celestes
Que se bañaba

En el azul perfecto del horizonte.
Dejaste atrás tus generaciones
Enterradas, Iglesias, catedrales,

Caminos empedrados
Con olores a hipocampos
Y caracoles festivos,

Para venir a este lugar delirante
En donde nunca hay otoños
Ni inviernos y convertir

Tu vida en un ágape universal,
Con la mano abierta
Siempre generosa pero sin recibir el beso

Que tu corazón ansiaba
y tu boca no pidió.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!

La viste crecer como paloma inquieta
Y le diste esas muñecas extrañas,
Los mágicos útiles escolares,

La moneda luminosa,
Los viajes, los proyectos, el futuro,
El mar Caribe entero, las noches de Naiguatá,

Las estrellas del trópico,
El auto de Marinetti,
El Campus que vence a las sombras,

El Ávila orgulloso,
Y esa sed inmensa de no ser ahí en el mundo,
Pero el abrazo con que soñabas

Mirando la luna del Calvario
Nunca te lo dieron.
¡La perdimos, Antonio, la pedimos!

Luego regresaste a ese mar centellante
Y volvieron tus pasos a los caminos de la infancia,
A sentir que la vida

Es un canto celebrativo
Y la isla una fiesta
De día y de noche,

Pero una parte de tu corazón estaba
En un lugar lejano
Y pasabas tus días recordando

A esa paloma inquieta de ojos moros
Y cuerpecito de ángel.
Así pasaron años hasta

Que un día la niña de tus sueños
Apareció convertida en mujer.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!

Pero vino negra muerte
Echando fuego por sus cuencas vacías
Y quemó tu corazón

Y te llevaste la alegría de ser como eras
Y la tristeza
Del beso que nunca recibiste.

Sí, te sorprendió la hermana
Del tiempo cuando no querías
Que tu abril se marchara,

Entonces ella lloró
Como es natural, pero ya era otra.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!

Y eras tú, te reconocí por tu mirada de águila,
Que la otra noche
Te sentaste al borde de mi cama

Y te vi triste, con ese gris de tu rostro
Que no le  va a tu sonrisa,
Porque veintisiete oraciones al mes

No han podido borrar ese dolor
Que te llevaste a la tumba
De no ser besado y abrazado,

Por esa paloma inquieta de labios de princesa.
Y andas como alma en pena
Porque la has visto besar y abrazar

A hombres que no la amaron nunca,
Y me pides con tu aliento frío
Que haga algo, que ponga a girar

Al mundo al revés
Y que ahogue a la noche
Con el sol de mi amor.

Entonces, con el llanto
quemándome por dentro, te digo:
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!
                       17 de agosto de 2014



No hay comentarios:

Publicar un comentario