Dejaste de ver ese manto
De lentejuelas celestes
Que se bañaba
En el azul perfecto del horizonte.
Dejaste atrás tus generaciones
Enterradas, Iglesias, catedrales,
Caminos empedrados
Con olores a hipocampos
Y caracoles festivos,
Para venir a este lugar delirante
En donde nunca hay otoños
Ni inviernos y convertir
Tu vida en un ágape universal,
Con la mano abierta
Siempre generosa pero sin recibir el beso
Que tu corazón ansiaba
y tu boca no pidió.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!
La viste crecer como paloma inquieta
Y le diste esas muñecas extrañas,
Los mágicos útiles escolares,
La moneda luminosa,
Los viajes, los proyectos, el futuro,
El mar Caribe entero, las noches de Naiguatá,
Las estrellas del trópico,
El auto de Marinetti,
El Campus que vence a las sombras,
El Ávila orgulloso,
Y esa sed inmensa de no ser ahí en el mundo,
Pero el abrazo con que soñabas
Mirando la luna del Calvario
Nunca te lo dieron.
¡La perdimos, Antonio, la pedimos!
Luego regresaste a ese mar centellante
Y volvieron tus pasos a los caminos de la infancia,
A sentir que la vida
Es un canto celebrativo
Y la isla una fiesta
De día y de noche,
Pero una parte de tu corazón estaba
En un lugar lejano
Y pasabas tus días recordando
A esa paloma inquieta de ojos moros
Y cuerpecito de ángel.
Así pasaron años hasta
Que un día la niña de tus sueños
Apareció convertida en mujer.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!
Pero vino negra muerte
Echando fuego por sus cuencas vacías
Y quemó tu corazón
Y te llevaste la alegría de ser como eras
Y la tristeza
Del beso que nunca recibiste.
Sí, te sorprendió la hermana
Del tiempo cuando no querías
Que tu abril se marchara,
Entonces ella lloró
Como es natural, pero ya era otra.
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!
Y eras tú, te reconocí por tu mirada de águila,
Que la otra noche
Te sentaste al borde de mi cama
Y te vi triste, con ese gris de tu rostro
Que no le va a tu sonrisa,
Porque veintisiete oraciones al mes
No han podido borrar ese dolor
Que te llevaste a la tumba
De no ser besado y abrazado,
Por esa paloma inquieta de labios de princesa.
Y andas como alma en pena
Porque la has visto besar y abrazar
A hombres que no la amaron nunca,
Y me pides con tu aliento frío
Que haga algo, que ponga a girar
Al mundo al revés
Y que ahogue a la noche
Con el sol de mi amor.
Entonces, con el llanto
quemándome por dentro, te digo:
¡La perdimos, Antonio, la perdimos!
17 de agosto de 2014
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