sábado, 16 de agosto de 2014

Noche XXVI





¿Pueden unas horas de amor
Hacer olvidar noventa días de soledad
Con sus noches de insomnio y pesadillas
Caníbales devorándome el sueño?
No lo sé, pero al besar sus labios llenos
De temblores y placeres toda mi sangre
Fue una sucesión de amaneceres y ocasos,
De estrellas y planetas naciendo en mi ser,
Entonces me vi extraviado en sus Montañas
De la Luna como rapsoda que busca
Con desesperación las puertas del Paraíso.

¿Pueden un instante de luz y unas lágrimas
Detener el fluir de las imágenes en la memoria
Para no recordar ausencias e indiferencias
De un amor? Difícil de saber, pero al sentir
La ternura de sus manos y el perfume de esa
Cascada salvaje que le cae en sus hombros
De ángel, esa lluvia triste en mi corazón
Se volvió danza mágica para celebrar
Ese cielo que es su cuerpo de nocturna musa.

Después de negaciones y de inciertos días
En el desierto de la carne, ¿puede una ofrenda
Intensa,  alucinante y prodigiosa hacer renacer
La esperanza y la fe? ¿Soñar con un mañana,
Convertir en victorias capitulaciones absurdas
Y creer en la palabra de la Amada cuando la
Duda y lo negro acechan mis pasos por su jardín?
Sólo Ella lo sabe, pero yo en la cosmogonía
De su laberinto íntimo, construí una leyenda
De Amor, viajé por los senderos de la imaginación,
La convertí en unicornio, en cáliz, en canto
Y le di la música de las fibras de mi alma.
Noche, íntima noche de amor y misterio,
De luna lúcida y hechicera, 
Preludio de una super luna,
Pero también de un sol frío en un horizonte
De perros mordiendo un abril.
                                               09 de agosto de 2014  








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