Estoy en el lecho y leo el Livro do desassossego,
no sé si por tercera o quinta vez. El
esplendor de sus imágenes
ha penetrado en mi psiquis que, a veces,
florece
en mis palabras algún acento metafísico. Me
declaro de la estirpe
de Pessoa, pertenezco a su círculo, me lo dice
su poesía,
su múltiple visión del universo,
su pluralidad. En la ilusión de un viaje
me observé sentado junto a él, en el Café A
Brasileira, en el Chiado
o caminando juntos por la Baixa Pombalina
hablando de Astrología,
de Arcanos Mayores y Cábala y oigo cuando me
dice
que Minha pátria é a lingua portuguesa y yo, caribe,
le aseguro que mi patria es un cuerpo de luz y abril…
Cierro el libro y lo dejo caer sobre mi pecho
como si fuera
una prodigiosa llave que abre una puerta
cósmica.
Quiero dormir, hundirme en ondas oníricas
donde mi yo no tiene injerencia en nada.
Siento el peso de la medianoche y oigo los
sonidos de la casa.
Recuerdo una oscura figura en un amado
ventanal
que vi un viernes por la noche. Oh, sagradas
noches,
de siderales abrazos y de alucinantes besos,
de misteriosos
“te quiero” y de inmortales ofrendas.
Oh, noche, refugio de
transgresores,
desposeídos,
soñadores,
anónimos poetas
y buscadores de utopías.
Oh, noche, dile que me duele su ausencia y su
indiferencia.
¿Era la silueta de un hada prisionera llamando
a su duende?
¿Era una monarca queriendo salir de su
crisálida?
¿O una musa envejeciendo en un laberinto de
flores marchitas?
Cierro mis párpados
y me hundo en mi oscuridad
más dura y absoluta.
Trato de salir de este sol negro de melancolía
y recurro
a la memoria de lecturas. Pienso en Sá
Carneiro
caminando hacia la muerte en un París duro y
amargo para él,
en su maleta con cartas de Pessoa, perdida ya
para siempre.
Medito en el trágico fin de Inés de Castro. Ah,
doliente amante,
Hubiera dado lo que tengo y lo que espero por
alguien
Como tú.
En esta hora difícil
me abruman paisajes y voces de lugares
que muchas veces miré como quien da un paseo
por el Paraíso.
Sé que dentro de mí se está produciendo
una sucesión de ocasos y amaneceres,
escucho el canto de un noctámbulo pájaro
que me saca de esta quietud física, de este
incendio espiritual.
Presiento que esta madrugada
será pesada, fosca; y, cuando lleguen el alba
y el día
con sus abanicos de esperanzas y frustraciones,
mi corazón será como una bandera
en un campo de batalla: humillada, destrozada
y abandonada.
Agora eu não serei ninguém quando a noite me devorar.
Sábado, 19 mayo 2012
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