martes, 29 de octubre de 2013

Viaje al fondo de la noche














Una mujer en la mitad de su vida se encuentra
Extraviada en un bosque negro, da la impresión
Que repite o vive un terceto de un poeta florentino.
No la acompaña el divino Marón
Ni busca azarosa la entrada del clásico tártaro, sólo
Camina dando vuelta sobre el eje de su corazón.
Llega la noche y se hunde en su noche más difícil
Que es la de todas las personas solas en el planeta.
Tiene deseos de gritar su angustia, de compartirla
Con otros seres humanos, pero sabe que tiene una
Culpa ¿la culpa de sus actos o de sus pensamientos?
Aparece la depresión como una boa y le aprisiona su ánimo,
Lucha con desesperación al borde de su abismo para no caer
En el río de la desesperanza, en el círculos de los sin fe.
En su corazón está la fuerza que vence los obstáculos,
En su alma hay infinitas semillas de futuras primaveras
Y por sus venas corre la memoria y la savia de la vida
De la humanidad, que no se ha dejado aniquilar por la desdicha.
La mujer reclinada a un árbol sueña que ese árbol era el Yggdrasil.
Se hundió en sus raíces y frente a un quemado continente
Había una isla y sintió que la isla era buena y supo
Que su corazón la amaba porque la tierra tenía sabor a familia.
En su espacio onírico se abrazó al Migrad,
Allí estaba la vida en todo su esplendor y los caminos del Ser y no Ser,
Del Bien y el Mal. En su lar tuvo ansias de otras formas
De vida; y su espíritu, aún virgen, rompió con ese lazo 
Que ahogaba sus deseos de vuelo, su salto glorioso hacia la luz.
Una tormenta la llevó por un oscuro sendero
Y luego cayó en el vacío de una ilusión,
En su vertiginosa caída se le acercó un sátiro que en sus ojos tenía
El fuego de la lujuria, el vicio de la orgía; creyó en la suave
Armonía de su flauta peligrosa, en el degradado azul de su mirada.
Entonces, ella fortaleció su yo bajo una falsa percepción
De la vida. Lo dicen sus acciones, su visión de la existencia,
Su mirada inerte de cordero sacrificado. En el Midgrad
Percibió el declinar de la vida,
Sintió hostilidad hacia sí misma, los íntimos demonios de su juventud
Lo hostigaron hasta hacerla caer en la soledad, la pena y la melancolía.
Miró hacia el cielo y el peso de la inmensidad la sobrecogió,
Clavó sus pupilas en el suelo y lo que miró fue abrojos,
Contempló sus adoloridos brazos y sintió dolor en un hombro,
Reflexionó sobre su pensamiento y se supo encadenada al sátiro.
No tuvo fuerza para vislumbrar lo que había en el Asgard.
La mujer despertó y dejó atrás un bosque de sombras venenosas.
Miró hacia un horizonte y contempló la esperanza iluminada.  
                                                 20 de junio de 2012


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