viernes, 19 de abril de 2013

Interludio Nocturno II




Ella estaba allí, invitándome a pasar y ser,
Sin el brillo que una fina dama suele mostrar
En su rostro para denotar que es amada
Y deseada, parecía lista para ir a descansar.

A fuera, la Noche estaba en suspenso:
Callados los infinitos ruidos del jardín,
A través del ventanal vi un cielo de lobos
Y en el aire había un frío muro sin fin.

Miré con atención su indumentaria:
La abotonada blusa parecía un corsé,
Camiseta para abrigar pecho y cuello
La fresca pijama de un tejido no sé qué.

¿A quién esperaba? ¿Al ausente consorte
Acostumbrado a su presencia y la cotidianidad?
¿O al hombre deseado en sus insomnios?
La luz doliente, en mi alma contrariedad.

Extrañé el poderoso abrazo inicial, los labios
Que se buscan para el beso sublime,
Su respiración agitada provocando un incendio
En mis sentidos, su cuerpo que de placer gime.

Fui invitado a sentarme distante de ella.
¿Vino o té? Elegí el té que sosiega y hace meditar.
Hablamos sobre ausencias e incomprensiones,
De laceraciones en el corazón y de amargo llorar.

Esa noche no hubo un te quiero, sólo en mi memoria
Habita y persiste el recuerdo de sus brazos abiertos
Con su gesto de virgen que ofrenda sus sagrados pechos
Y me hace olvidar inquietos y amargos días inciertos.

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