Apenas
se dibujó esa línea de luz y sombra,
Que
no es del ocaso pero tampoco de la noche,
Esperé
con el alma temblorosa a que su entrada
Se
abriera como las misteriosas puertas
De
un milenario y sensitivo cuento de hadas.
Dos
pasos más allá del umbral nuestros cuerpos
Se
abrazaron en una conjunción perfecta,
Luego
fuimos al lugar que hemos consagrado
En
nuestra memoria como un altar de ofrendas.
La
intensidad del momento, el río poderoso
De
las caricias, el fuego de los susurros,
El
aliento deslumbrante de los corazones,
Este
paisaje de la pasión pasó como una eternidad
O
la fugacidad de un segundo. Con la levedad
De
un ala ella abrió su blusa como si fuera
Una
flor que revelara un misterio. En el punto
Más
alto de su generosidad apareció el esplendor
De
sus senos como dos luceros en un sol de
Medianoche.
En medio de la penumbra colocó
Sus
manos en mis labios para que los sonidos
Del
alma no perturbara el rumor seráfico
De
las esferas. Una vez más el vino estuvo presente
Para
alegrar nuestros espíritus y avanzar llenos
De
alegría hacia territorios donde el placer se yergue
Como
una victoria sobre el trabajo y los días.
Mis
manos acariciaron su cintura y quise
Sembrar
estrellas en su vientre.
A
cierta distancia, en la hondonada de su valle, divisé
Una
aceituna con un lunar rojo en su centro…
cerodriguezs@hotmail.com
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