Cerré el libro Delta de Venus…
Sus páginas me habían hecho navegar
Por un río turbulento de pasiones.
Dí breves pasos por mi biblioteca,
Miré por el ventanal y observé, con leve
Movimiento del ojo, las sombras de la noche
Que avanzaron, densas y misteriosas,
Fecundando una tarde desvanecida de amor.
En el jardín comenzó a oírse el nocturno
Concierto de sonidos delirantes y fantásticos.
A mi memoria vinieron fragmentos de historias,
Imágenes y poemas de amor
Que he leído y visto emocionado y sensitivo.
Esa noche me sentí inmenso, poderoso, creativo;
Oí su llamado, fue un proceso de la mente, un destello
De luz y fuerza que se apoderó de mi pensamiento
Y, sin meditar en ello, caminé con temblor de hoja
A su encuentro, anuncié mi llegada y ella abrió
Su portal y me dio paso a un horizonte
De realidad y deseo.
Estaba bellísima y lucía un ajustado vestido negro,
La abracé y quise quedarme en sus brazos
Por toda la eternidad; la besé y supe que en su beso
Había la promesa de estar dentro de ella
Y fundirnos en astros de fuego.
Nos sentamos y mis manos recorrieron
La delicada piel de sus muslos, acaricié sus ingles
Y mis dedos rozaron sus labios íntimos,
Sentí la humedad de su embriaguez y quise
Arrodillarme y pasar mi lengua y calmar mi sed
En esa parte del universo en donde había
Un diluvio, pensé que tenía en mis manos
La esencia divina de la vida.
Acaricié con intensidad su cintura
Y la entrega vino como una rosa desnuda y sideral.
La expresión dulce y celestial de su rostro, el brillo
De sus ojos como luceros del alba me hicieron
Saber que en esta octava noche,
Ella estaba en mis brazos dichosa y feliz.
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