martes, 16 de abril de 2013

Noche VIII

Cerré el libro Delta de Venus…
Sus páginas me habían hecho navegar
Por un río turbulento de pasiones.
Dí breves pasos por mi biblioteca,
Miré por el ventanal y observé, con leve
Movimiento del ojo, las sombras de la noche
Que avanzaron, densas y misteriosas,
Fecundando una tarde desvanecida de amor.
En el jardín comenzó a oírse el nocturno   
Concierto de sonidos delirantes y fantásticos.
A mi memoria vinieron fragmentos de historias,
Imágenes y poemas de amor
Que he leído y visto emocionado y sensitivo.
Esa noche me sentí inmenso, poderoso, creativo;
Oí su llamado, fue un proceso de la mente, un destello
De luz y fuerza que se apoderó de mi pensamiento
Y, sin meditar en ello, caminé con temblor de hoja
A su encuentro, anuncié mi llegada y ella abrió
Su portal y me dio paso a un horizonte
De realidad y deseo.
Estaba bellísima y lucía un ajustado vestido negro,
La abracé y quise quedarme en sus brazos
Por toda la eternidad; la besé y supe que en su beso
Había la promesa de estar dentro de ella
Y fundirnos en astros de fuego.
Nos sentamos y mis manos recorrieron
La delicada piel de sus muslos, acaricié sus ingles
Y mis dedos rozaron sus labios íntimos,
Sentí la humedad de su embriaguez y quise
Arrodillarme y pasar mi lengua y calmar mi sed
En esa parte del universo en donde había
Un diluvio, pensé que tenía en mis manos
La esencia divina de la vida.
Acaricié con intensidad su cintura
Y la entrega vino como una rosa desnuda y sideral.
La expresión dulce y celestial de su rostro, el brillo
De sus ojos como luceros del alba me hicieron
Saber que en esta octava noche,
Ella estaba en mis brazos dichosa y feliz.




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