Después
de lúcidas lunas de ausencia
Volví
a la puerta de su torre de marfil,
Leve
sonido anunció mi presencia.
Ella
vestía dos prendas: una de festivo abril
Me
recordó a la petit chaperon rouge, luego
La
otra, a una Odalisca de cintura de fuego.
El
deseo no se hizo esperar y como una
Vestal
introdujo su lengua en mi boca,
Acaricié
su cuello, olí su caballera bruna.
Me
invitó a viajar por el mundo, una roca
Vimos
en el océano, una isla me dijo, desde
Ese
lugar el clamor de su sangre la llama.
Eso
la hace estremecer y pensar en el alma
De
su padre que yace bajo una tierra verde.
Yo
toqué su vientre y supe que allí estaba
El
universo y la íntima eternidad que deseaba.
Hicimos
una fiesta con la firmeza y la alegría
Que
da la inteligencia, el amor y la osadía.
Saboreamos
una delicada aceituna que tenía
El
sabor de un deseo no satisfecho, el vino
De
mi boca a su boca, acaricié su cuerpo divino.
Tal
vez no sea la noche perfecta entre las noches
Pero
quizás es la más sublime de nuestro destino,
Prueba
de amor fue el acto de íntimos derroches.
cerodriguezs@hotmail.com
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