lunes, 15 de abril de 2013

Noche IV


Después de lúcidas lunas de ausencia
Volví a la puerta de su torre de marfil,
Leve sonido anunció mi presencia.

Ella vestía dos prendas: una de festivo abril
Me recordó a la petit chaperon rouge, luego
La otra, a una Odalisca de cintura de fuego.

El deseo no se hizo esperar y como una
Vestal introdujo su lengua en mi boca,
Acaricié su cuello, olí su caballera bruna.

Me invitó a viajar por el mundo, una roca
Vimos en el océano, una isla me dijo, desde
Ese lugar el clamor de su sangre la llama.

Eso la hace estremecer y pensar en el alma
De su padre que yace bajo una tierra verde.
Yo toqué su vientre y supe que allí estaba

El universo y la íntima eternidad que deseaba.
Hicimos una fiesta con la firmeza y la alegría
Que da la inteligencia, el amor y la osadía.

Saboreamos una delicada aceituna que tenía
El sabor de un deseo no satisfecho, el vino
De mi boca a su boca, acaricié su cuerpo divino.

Tal vez no sea la noche perfecta entre las noches
Pero quizás es la más sublime de nuestro destino,
Prueba de amor fue el acto de íntimos derroches.

cerodriguezs@hotmail.com





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