I
En la
quietud de este domingo,
cuando
siento ansias de estar
en tus
brazos y gritarle a este amanecer,
que en
lo más íntimo de mi ser
hay
infinitas formas de amarte;
recuerdo
ese viernes febril,
viernes
con acentos metafísicos,
cargados
de derrotas semanales
que un
beso tuyo convierte en victorias.
II
El ayer
es un ángel
escondido
en la memoria y puede
salir
de su escondite sin misericordia,
pero
el recuerdo tiene la energía
de una
fantasía y quiere dar su salto
hacia la
realidad, con palabras
que
nunca podrán expresar
la
semántica de ese instante.
III
¿Lo persistente
en mi mente?
Tu
abrazo, nuestro abrazo,
Alfa y
Omega del encuentro, el aroma
de tu
cuello, la caricia inicial,
invitándome
a ir a
tus estaciones dolientes
que
desean transformarse en
homenajes,
en olvido
de
circunstancias, en plenitud
de
sentirte amada por siempre,
en
esta salvaje limitación
de
relojes con sus feroces tic tac.
IV
Mi
recuerdo son imágenes,
hacen
nacer marejadas de sensaciones
en mis
sentidos,
reviven
con intensidad el instante
en que
tus manos llevaron
mis
manos a tus pechos,
sentí
la libertad de tu corazón
en el amar
y el desear
con la
desesperación de los desposeídos.
Tus
ojos cerrados revelaron
esa búsqueda
de plenitud,
ese
encuentro entre
tú y
tu alma
que
solo es posible en el amor.
V
Allí
en la penumbra de ese espacio
tan
lleno de recuerdos
de movimientos,
susurros
y de
ángeles en rebeldía,
tu
semi desnudez tenía
la
mítica fuerza y simbología
de una
carta adivinatoria
que
presagiaba pasiones.
Ah, la
desnudez, amada.
Cuando
los amantes se desnudan
para el
amor es un sueño
que se
instala en la realidad.
Degradar
esa magia de lo íntimo,
en
procura de otros placeres
que
dejan vacía el alma,
es
aprisionar con un anillo de sombra
lo
sagrado y espiritual de dos
cuerpos
que se unen
en
busca de la perfección y de su esencia.
Del 2 al 4 de noviembre de 2012
cerodriguezs@hotmail.com
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