Esa
noche sexta me hizo recordar
A
una fascinante mujer de un feérico
Cuento
por lo fino de su atuendo.
Las
tazas esperando la ceremonia del té.
Supe
de sus tormentos y de la nieve cayendo
En
su alma, de su dolor por el ser querido,
De
las lágrimas por lo que se dijo y no se dijo,
Y
también de lo que se quiso hacer y no se hizo.
Vinieron
los abrazos con los que expresamos
El
sueño de estar juntos hasta que Dios decida,
Los
abrazos que nos recuerdan el íntimo sentido
De
pertenencia a un fuego vital de la existencia.
Hubo
también besos ¿cómo no recordar los
Besos
que ella sólo sabe dar cuando sus sentidos
Exploran
los vastos campos sensoriales
De
la caricia, la ternura y la ardiente sensualidad.
La
sexta noche parece ser la noche de todas
Las
noches. Noche que para nosotros no tuvo
Amanecer.
Noche, en mi memoria tendrás
El
fuego sagrado de tu ardiente “Te quiero”.
Abril,
viernes 13 de 2012
cerodriguezs@hotmail.com
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